Self URI: This article is available from https://www.sapd.es/revista/2023/46/2/03
Fecha de recepción: 28 Enero 2023
Fecha de aceptación: 18 Abril 2023
Fecha de publicación: 27 Abril 2023
MC Cuadrado Caballero
Unidad de Pediatría. Hospital Universitario Virgen Macarena. Sevilla
D Bello Córdoba
BJ Gómez Rodríguez
Unidad de Aparato Digestivo. Hospital Universitario Virgen Macarena. Sevilla
La infección por Helicobacter Pylori es una de las causas principales de gastritis crónica y enfermedad ulcerosa, tanto en niños como en adultos. La prevalencia de la infección está disminuyendo en los últimos años, especialmente en países desarrollados, aunque depende de distintos factores. La presentación clínica en la población pediátrica es inespecífica y la mayoría son asintomáticos, no relacionándose con la presencia de H. pylori con dolor abdominal crónico de características funcionales, aunque en ocasiones sí que puede estar relacionada con patologías extradigestivas (anemia ferropénica refractaria y trombocitopenia inmune primaria crónica).
A diferencia de la población adulta, en la infancia el diagnóstico se debe realizar mediante métodos invasivos, precisando endoscopia para la recogida de muestras para cultivo, estudio histológico, test rápido de ureasa y PCR, mientras que los métodos no invasivos se reservan para el control de la erradicación de la infección.
Como novedad en las últimas guías, se unifican los criterios sobre la toma de muestras, siendo necesarias al menos seis biopsias de mucosa gástrica (dos de antro y dos de cuerpo para anatomía patológica y una de antro y una de cuerpo para cultivo) y si es posible, una extra de antro para realizar test adicionales.
El tratamiento, no debe realizarse por la estrategia test and treat, sino que debe ser dirigido según la sensibilidad a los antibióticos en el cultivo, siendo de elección la triple terapia durante 14 días basada en el antibiograma.
Palabras clave: Helicobacter pylori, cultivo, biopsia.
Helicobacter Pylori infection is one of the main causes of chronic gastritis and ulcer disease, both in children and adults. The prevalence of the infection has been decreasing in recent years, especially in developed countries, although it depends on different factors. The clinical presentation in the pediatric population is non-specific and most are asymptomatic, the presence of H. pylori not being associated with chronic abdominal pain of functional characteristics, although on occasions it can be related to extradigestive pathologies (refractory iron deficiency anemia and primary immune thrombocytopenia chronicle).
Unlike the adult population, in childhood the diagnosis must be made using invasive methods, requiring endoscopy to collect samples for culture, histological study, rapid urease test and PCR, while non-invasive methods are reserved for control. the eradication of the infection.
As a novelty in the latest guidelines, the criteria on sample collection are unified, requiring at least six biopsies of the gastric mucosa (two from the antrum and two from the body for pathology and one from the antrum and one from the body for culture) and if It is possible, an extra den to carry out additional tests.
Treatment should not be carried out by the test and treat strategy, but should be directed according to the sensitivity to antibiotics in the culture, triple therapy being the choice for 14 days based on the antibiogram.
Keywords: Helicobacter pylori, culture, biopsy.
Carmen Cuadradro Caballero
Hospital Virgen Macarena. Sevilla.
41009 Sevilla
carmencuadradoc@gmail.com
Cuadrado Caballero MC, Bello Córdoba D, Gómez Rodríguez BJ. Manejo y tratamiento de la infección por h.pylori en pediatría. RAPD Online. 2023;46(2):80-90.
A pesar de una disminución de la prevalencia de la infección por Helicobacter pylori, todavía representa una carga de salud significativa en todo el mundo. El manejo de la infección por H. pylori en los niños constituye un dilema en la práctica diaria. La primera preocupación es saber en qué pacientes debemos investigar la infección por su pobre relación de ésta con la sintomatología. Otro de los principales debates es el papel de las pruebas no invasivas en el diagnóstico de la infección y si alguna de ellas puede sustituir a la endoscopia. Por último, la alta tasa de resistencia de H. pylori y, en consecuencia, las bajas tasas de erradicación siguen siendo un problema importante.
Helicobacter pylori es una bacteria microaerófila gramnegativa que coloniza el estómago y causa una infección persistente. La infección se adquiere en la primera infancia y se asocia con vivir en condiciones de hacinamiento y bajo nivel socioeconómico.
La prevalencia de H. pylori está cambiando rápidamente, como lo demuestra la gran cantidad de estudios epidemiológicos publicados en el último año. La prevalencia mundial de H. pylori varía de modo significativo, del 2,5% en Japón al 34,6% en Etiopía como se muestra en la Tabla 1[1], siendo en los países desarrollados raro encontrarlo antes de la primera década de la vida. Aunque se observa una tendencia decreciente en la prevalencia de la infección por H. pylori entre los niños, las tasas de infección siguen siendo más altas en algunos grupos de niños, dependiendo de factores como las malas condiciones sanitarias, según podemos observar en los estudios realizados en Polonia, Perú, China y Etiopía[2].
Estudios recientes de la epidemiología de la infección por H. pylori
Con respecto a la población infantil de la península ibérica, la prevalencia es mayor que en la del centro y norte de Europa. Se considera que en niños en edad escolar en España la prevalencia está en torno al 20%[3], incrementándose con la edad, llegando al 51% entre los 11 y los 15 años de edad. Sin embargo, apenas se han publicado estudios epidemiológicos al respecto en los 10-15 últimos años en nuestro país, por lo que desconocemos la prevalencia real y la tendencia evolutiva que pueda haber tenido lugar como consecuencia de los cambios socio-sanitarios.
Probablemente, la forma más frecuente de transmisión de la infección sea la intrafamiliar, sobre todo la transmisión entre hermanos y de padres a hijos, siendo especialmente importante el papel de las madres en la transmisión de la infección, especialmente durante el primer año de vida, y posteriormente, el papel de los hermanos mayores[4]. La relación entre lactancia materna e infección por H. pylori es contradictoria, ya que frente a estudios que destacan el papel protector de la leche materna[5]. Hay otros que muestran una mayor prevalencia de la infección en niños lactados con leche materna, comparados con otros que recibieron lactancia artificial . También se ha relacionado la infección por H. pylori con el contacto con algunos animales de compañía y con la ingesta de agua de fuentes no controladas.
Los resultados de la infección por H. pylori parecen depender de algunos factores como los factores de regulación génica, la predisposición genética del paciente, los polimorfismos del gen receptor, las citocinas en particular, y la influencia medioambiental.
Afortunadamente, la mayoría de los niños infectados no desarrollan complicaciones. Sin embargo, los eventos inmunológicos que generalmente se desarrollan en la mucosa gástrica de los niños son probablemente decisivos en la respuesta inmune que determina el resultado final de la infección[5].
El hallazgo histológico más frecuente en los niños es el de una gastritis crónica superficial activa. El ulcus gastroduodenal relacionado con la infección por H. pylori es menos frecuente en los niños que en los adultos, y en la edad pediátrica es más frecuente en los niños más mayores, en torno a la adolescencia, y en las comunidades en las que la infección es más prevalente o en las infectadas por cepas más virulentas[6].
Los estudios en niños y adultos infectados con H. pylori han demostrado que los niños poseen una inflamación gástrica reducida en comparación con los adultos infectados, a pesar de la similitud en el nivel de colonización de H. pylori. Se ha demostrado que la inflamación en los niños es menor en comparación con la de los adultos, lo que indica una regulación negativa en la respuesta inmune a la infección en los niños. Además, el análisis de la secuencia revela que las bacterias aisladas de los niños y adultos infectados podrían tener una cag A y perfiles de genes vac A similares.
Los niños infectados por H. pylori tienen respuestas Th1 y Th17 reducidas, y respuestas Treg aumentadas en comparación con adultos infectados de acuerdo con un nivel más alto de FOXP3, TGF - ß e IL-10. Estas respuestas inmunitarias pueden contribuir a las diferencias en los síntomas gastrointestinales entre niños y adultos infectados por H. pylori (Tabla 2)[7]
Respuesta inmune comparativa y resultado clínico en niños y adultos infectados por H. pylori.
En el niño, también se han descrito la gastritis atrófica y la metaplasia intestinal, lesiones ambas relacionadas como factores de riesgo para el desarrollo posterior del cáncer gástrico y que pueden estar presentes durante muchos años antes de la aparición de la displasia y de la malignidad (8). El linfoma MALT de bajo grado de malignidad asociado a la gastritis crónica por H. pylori, aunque con muy poca frecuencia, ha sido también descrito en niños y adolescentes, pero no se han referido casos de carcinoma gástrico relacionado con la infección por H. pylori en la infancia[5].
La clínica en el niño es inespecífica, salvo si existe ulceración gastroduodenal, en cuyo caso la sintomatología es claramente digestiva con epigastralgia y /o vómitos reiterados.
En las recientes guías ESPGHAN (Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición pediátrica) y NASPGHAN (Sociedad Norteamericana de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición pediátrica) para la infección por H. pylori en niños, la recomendación es que el objetivo principal de la investigación clínica de los síntomas gastrointestinales es para determinar la causa subyacente de los síntomas y no solo la presencia de infección por H. pylori[9]. A pesar de eso, continúan las discusiones sobre si el tratamiento de la dispepsia pediátrica debe incluir la determinación del estado de H. pylori.
Con respecto a las úlceras pépticas, en un estudio realizado en niños de Shanghai, China, los autores analizaron de modo retrospectivo 19208 niños a los que se le había realizado una endoscopia, y encontraron la presencia de úlcera péptica en el 7,2 % de ellos, de los cuales el 71 % fueron positivos para la infección por H. pylori (prevalencia de infección del 36%), lo que sugiere una fuerte asociación entre las úlceras y la infección por H. pylori[1].
La asociación entre la infección H. pylori y los síntomas extra gastrointestinales en los niños sigue siendo controvertido. Un gran estudio prospectivo multicéntrico de casos y controles (808 sujetos incluidos) que evaluó las asociaciones entre la esofagitis eosinofílica y la infección por H. pylori no pudo demostrar la asociación inversa entre ellos, tanto en niños como en adultos. Por lo tanto, los estudios futuros son imprescindibles para aclarar esta asociación[10].
Otro estudio investigó la relación entre la otitis media con derrame (OME) y la presencia de H. pylori en el oído medio. La frecuencia del H. pylori en el líquido del oído medio en el grupo infectado ( 70% pacientes) fue mayor que su frecuencia en los tejidos adenoides de ambos grupos de casos y controles. Por lo tanto, se sugirió que H. pylori puede ser un factor etiológico para el desarrollo de OME, pero debe tenerse en cuenta que el estudio se realizó en un país de alta prevalencia (Irán) y que el número incluido de pacientes fue limitado[11].
Se ha sugerido que la disminución de la frecuencia de H. pylori podría estar asociada con una mayor frecuencia de trastornos autoinmunes como la enfermedad celíaca (EC) en niños. Además, la última guía pediátrica para el manejo de H. pylori en niños subraya que la infección por H. pylori en la primera infancia podría tener beneficios inmunológicos más adelante en la vida. Por lo tanto, se sugiere que la detección incidental de H. pylori en la endoscopia debe evaluarse con cautela para determinar los riesgos y beneficios del tratamiento de erradicación. Sin embargo, los datos sobre la asociación entre EC y H. pylori en la infancia son escasos y contradictorios[12].
Las indicaciones para el estudio del H. pylori en la infancia, basadas en la evidencia según el documento conjunto de las Sociedades Europea y Americana de Gastroenterología y Nutrición pediátrica se resumen en la Tabla 3 [13].
Indicaciones de estudio de enfermedades por H. pylori.
Las nuevas guías publicadas conjuntamente por ESPGHAN y NASPGHAN[9] en 2017 insisten en que la investigación del H. pylori no está recomendada en niños con criterios diagnósticos de dolor abdominal funcional, a no ser que, buscando una enfermedad orgánica, se haya realizado una endoscopia. Las guías recuerdan que el objetivo principal de la investigación de los síntomas gastrointestinales es determinar la causa de éstos y no la presencia del H. pylori.
No se recomienda el estudio de infección de H. pylori en el estudio inicial de la anemia ferropénica. En los casos de anemia ferropénica refractaria en los que se ha descartado otras causas, se puede valorar la presencia de H. pylori a los que se le ha realizado una endoscopia. El tratamiento consistirá en tratamiento erradicador más hierro[14].
Debe considerarse la realización de pruebas no invasivas para la detección de H. pylori durante la investigación de las causas de la púrpura trombocitopénica inmune, que es una enfermedad autoinmune caracterizada por una trombocitopenia en ausencia de otras causas. El primer caso asociado con H. pylori fue descrito en España en 1999[15]. Dos estudios intervencionales no randomizados detectan aumento de plaquetas en pacientes con PTI crónica en los que se realiza erradicación de H. pylori. Se requieren más estudios adecuadamente diseñados para apoyar esta recomendación.
Se ha definido una asociación entre el cáncer gástrico y la infección por H. pylori en el adulto. Sin embargo, ningún estudio evidencia la prevención de su desarrollo tras el tratamiento erradicador en la infancia. En las últimas actualizaciones, no se recomienda la búsqueda de H. pylori en niños con familiares de primer grado de cáncer gástrico.
Tampoco se recomienda la detección de la infección por H. pylori en el estudio de talla baja. La evidencia de los estudios observacionales sugiere que la infección por H. pylori puede estar asociada con una disminución del crecimiento de los niños, tanto en el crecimiento esquelético como en el ponderal. Sin embargo, no está claro si la asociación observada es una relación causal o es el resultado de factores de confusión socioeconómicos. No está claro si la erradicación de H. pylori puede ser beneficiosa para el crecimiento de los niños, y falta de evidencia de ensayos clínicos controlados aleatorios[16].
El diagnóstico de esta infección precisa la realización de endoscopia con biopsia de cuerpo y antro gástrico, test de ureasa y si es posible cultivo y antibiograma. Si hay disponibilidad, es recomendable realizar la PCR en tejido. Los procedimientos no invasivos, como el test del aliento con urea marcada C13 y el test del antígeno en heces, se reservarán para el control de pacientes tratados, pero no está indicado realizar el tratamiento solo en base a estas pruebas, ya que indican infección/colonización pero no necesariamente enfermedad.
La guía ESPGHAN / NASPGHAN enfatiza la importancia de la endoscopia en el diagnóstico inicial de la infección por H. pylori en niños. Con ella se permite la observación de la mucosa gástrica, así como la realización de otras pruebas[9]:
Cultivo microbiológico. Las cepas de pylori cultivadas se pueden usar para realizar pruebas de susceptibilidad a antibióticos, que podrían guiar la selección de anti- H. pylori. Con una especificidad del 100% se acepta como un "estándar de oro" para diagnosticar las infecciones actuales por H. pylori. Sin embargo, es difícil usar esta técnica como método de diagnóstico de rutina ya que su sensibilidad para detectar H. pylori es relativamente baja (55% –96%).
El examen histológico en la mayoría de los casos revela la existencia de una gastritis antral superficial, la identificación del bacilo mediante la tinción de Giemsa.
Test de ureasa rápida: que permite detectar en poco tiempo, y en el propio quirófano de Endoscopias, la presencia de pylori. Consiste en poner en contacto una muestra obtenida de la mucosa gástrica con un medio líquido que contiene urea y un indicador de pH, observando su cambio de coloración en pocos minutos en presencia de H. pylori.
Reacción en cadena de la polimerasa (PCR) o fluorescente: detecta el ADN del pylori en muestras de mucosa gástrica con una alta sensibilidad y especificidad. Puede detectar pequeñas poblaciones bacterianas y ser útil para valorar resistencias. Sería la prueba de elección en pacientes en los que no se haya podido suspender inhibidores de bomba de protones con suficiente antelación o en los que haya un sangrado digestivo activo puesto que, en estas situaciones, el resto de test invasivos tendrían peor rendimiento.
Las pautas ESPGHAN / NASPGHAN publicadas en el 2017 recomiendan realizar el diagnóstico inicial en los niños mediante endoscopia digestiva alta con biopsias, considerando infección la positividad para el cultivo bacteriano o la positividad para el estudio histopatológico junto al menos otra técnica invasiva (test rápido de ureasa o técnicas moleculares). De hecho, la recomendación actual se posiciona en contra del modelo utilizado en adultos de test and treat, es decir, de buscar y tratar sistemáticamente con test no invasivos.
Los métodos no invasivos indican infección/colonización pero no necesariamente enfermedad por lo que no estarían justificados para la determinación inicial de la infección. Las únicas situaciones aceptadas para el diagnóstico de la infección y su posterior tratamiento mediante test no invasivos son la PTI crónica y los pacientes de alto riesgo de complicaciones graves por la realización de la endoscopia bajo anestesia o sedación. En el resto de casos, reservarán para el control de pacientes tratados.
Test de aliento con urea marcada: Se basa en la capacidad del H. pylori de descomponer la urea en amoniaco y dióxido de carbono mediante la enzima ureasa. Por ello, se analiza la proporción de dióxido de carbono exhalado basal y tras 30 minutos de la ingesta de urea marcada con C13. Es una prueba sencilla que se puede realizar en todas las edades, incluido los lactantes en los que se puede obtener la muestra a través de una mascarilla. Pero puede presentar resultados falsos positivos en niños menores de 6 años debido al menor volumen de distribución y las diferentes tasas de producción de CO2[18].
Detección del antígeno fecal: determinación del antígeno del H. pylori en las heces de los niños infectados utilizando técnicas con ELISA de anticuerpos monoclonales, reflejando infección activa.
Serología: detección de la respuesta inmunológica sistémica generada por H. pylori. En adultos tiene una sensibilidad superior al 90%, en niños por debajo de los 6 años no supera el 60%, lo que limita su aplicación en esas edades como método diagnóstico.
La precisión de las pruebas de diagnóstico disminuye rápidamente en poblaciones con baja prevalencia de infección. Por lo tanto, la evaluación del estado de H. pylori en adultos o niños debe realizarse al menos 2 semanas después de suspender los inhibidores de la bomba de protones (IBP) y 4 semanas después de suspender el tratamiento con antibióticos. Según se informa, los IBP y los antibióticos pueden suprimir el crecimiento y la replicación bacteriana, lo que puede presentar un resultado de diagnóstico falso negativo al detectar la infección por H. pylori . Si el paciente no pudiera suspender tratamiento debido a persistencia de síntomas, podría considerar intercambiar IBP por un antagonista H2, que se suspenderá 48 horas antes del procedimiento. Recientemente se han retirado del mercado los comprimidos de Ranitidina, pero los Servicios de Farmacia Hospitalaria mantienen el principio activo pudiendo fabricar cápsula o la solución con la dosis indicada por el facultativo.
Las biopsias de mucosa gástrica deben tomarse antes de progresar a duodeno, para evitar la contaminación que puede ocurrir en el procedimiento, que impediría el correcto crecimiento de H.pylori en el cultivo. Se debe evitar introducir previamente la pinza de biopsia en formol ya que se trata de un alcohol bactericida.
Se deberán tomar, al menos, seis biopsias de mucosa gástrica: dos de antro y dos de cuerpo para anatomía patológica y otras dos (cuerpo y antro) para cultivo. Aunque siempre que sea posible, se recomienda la toma de dos muestras de cada localización para cultivo, evitando así el riesgo de fracaso por contaminación. Se recomienda además tomar una biopsia adicional de antro para realizar un test adicional (test rápido de ureasa o PCR).
Las muestras para cultivo serán las primeras en recogerse. Deben introducirse en un medio de cultivo específico o en su defecto, en 1-2mL de suero salino fisiológico, manteniendo la muestra en nevera a 4ºC hasta su transporte (que no debe ser superior a una hora) o si se envían a un laboratorio externo y se prevé mayor demora deberán conservarse a una temperatura de - 20ºC y hasta -70º si no se prolonga más de 24 horas.
La decisión de tratar a un paciente con infección de H. pylori debe ser individualizada, dependiendo del contexto por el que se han realizado pruebas diagnósticas, el test utilizado o la clínica del paciente. Es fundamental realizar los test diagnósticos de manera óptima, para evitar discrepancias diagnóstico-tratamiento, y consensuar con la familia las decisiones[19].
Según el conocimiento actual, la situación en la que el tratamiento de la infección por H. pylori es más clara en Pediatría (Tabla 4), es la presencia de úlcera péptica demostrada. La erradicación adecuada de la infección por H.pylori implica la curación a largo plazo de la úlcera gástrica o duodenal y reduce significativamente el riesgo de recidiva tanto en adultos como en niños[20].
Indicaciones para el tratamiento del H Pylori en niños.
En los pacientes pediátricos diagnosticados de trombocitopenia inmune primaria y en los casos de anemia ferropénica inexplicada resistente al tratamiento, una vez descartadas otras causas, es adecuado realizar tratamiento erradicador por lo comentado previamente, aunque no se debe incluir la búsqueda del H. pylori en la fase inicial de la anemia refractaria.
En situaciones de dolor abdominal con gastritis e infección de H. pylori sin presencia de úlceras, la decisión es más comprometida. No está claro si la gastritis puede ser la causa del dolor, ni si esta situación puede ser precursora de cáncer gástrico. Por lo tanto, la decisión de tratar a estos pacientes está sujeta al juicio del pediatra, siendo recomendable consensuar con la familia, explicando los riesgos y beneficios potenciales[21].
En el resto de las situaciones, el tratamiento de la infección no se recomienda actualmente. De hecho, a diferencia con el paciente adulto, las estrategias de test and treat, es decir, buscar y tratar, en pacientes con síntomas inespecíficos, no son recomendadas en la edad pediátrica. No se ha demostrado que la infección por H. pylori produzca sintomatología en ausencia de enfermedad péptica. Igualmente, existe controversia sobre el posible papel beneficioso del H. pylori en determinadas circunstancias, como la protección del esófago de Barrett[22].
El tratamiento ideal es el que consigue tasas de erradicación elevadas, superiores al 90%, de corta duración para asegurar el cumplimiento y con mínimos efectos secundarios. Sin embargo, la selección de clases de antibióticos que sirvan para la erradicación de H. pylori en niños es extremadamente limitada, recomendándose en primera línea amoxicilina, claritromicina y metronidazol.
A esto se une que actualmente existe el problema del aumento de prevalencia de cepas de H. pylori resistentes a claritromicina y metronidazol en todo el mundo, lo que está haciendo disminuir las tasas de erradicación en niños[23]. Por lo tanto, sería importante la evaluación de la resistencia a la claritromicina antes del tratamiento ya que podría ayudar a optimizar la selección de las terapias de erradicación de H. pylori[24], dado que la resistencia a metronidazol podría evitarse con dosis más altas o duración del tratamiento. Para alcanzar una tasa alta de erradicación en la terapia inicial los antibióticos deberían elegirse por las pruebas de susceptibilidad basadas en cultivos o por la PCR para detectar cepas de H. pylori resistentes a la claritromicina, y si no tenemos antibiograma puede basarse en estudios regionales /nacionales.
Si no se conocen los perfiles de susceptibilidad a los antibióticos se recomienda usar altas dosis de triple terapia (inhibidor de bomba de protones, amoxicilina y metronidazol) durante 14 días o terapia cuádruple ( bismuto e inhibidores de la bomba de protones, asociando en menores de 8 años amoxicilina y metronidazol; y en mayores de 8 años metronidazol y tetraciclinas) durante 7 días. Esta combinación ha conseguido buenos resultados, con un 85% de erradicación de la bacteria, superior a la obtenida con omeprazol, amoxicilina y claritromicina durante el mismo periodo de tiempo (en torno al 60%). Por lo cual los tratamientos con claritromicina deberían reservarse a los niños infectados con cepas sensibles. (Figura 1) [25].
Resumen de tratamiento de infección por H. pylori en niños. IBP: Inhibidor de la bomba de protones.**: Dosis estándar de antibiótico.***: Dosis altas de antibiótico.
El éxito del tratamiento debe monitorizarse después de 4-8 semanas, siendo de elección los test no invasivos (en menores de 6 años indicado el estudio en heces). Si no hay respuesta al tratamiento se propone el siguiente abordaje terapéutico (Tabla 5) [25].
Segundo ciclo de tratamiento si fracaso terapeútico. Amoxicilina***: Amoxicilina a altas dosis. Datos del consenso ESPGHAN/NASPGHAN para el manejo del Helicobacter pylori en niños[8].
La terapia secuencial con 5 días de Inhibidores de la bomba de protones (IBP) + Amoxicilina, seguida de 5 días de IBP + Claritromicina + Metronidazol, ha sido abandonada como terapia de primera elección en pacientes en los que se desconoce la resistencia antimicrobiana ya que expone al niño a tres antibióticos diferentes y favorece la aparición de resistencias.
El tratamiento con antibióticos e inhibidores de la bomba de protones (IBP) podría verse reforzado con probióticos, cuyo papel en la erradicación del H. pylori es aún discutido, si bien disminuiría los efectos secundarios que sobre la microbiota intestinal produce el tratamiento antimicrobiano. Esta disbiosis de la microbiota intestinal inducida por la terapia de erradicación es una preocupación importante. Estudios recientes han indicado que la microbiota gastrointestinal podría restaurarse después de la erradicación de H. pylori en adolescentes y adultos jóvenes sanos[26],[27]. Además, Serrano et al (28) informaron que la erradicación de H. pylori en niños infectados se asoció con la restauración de la microbiota gástrica a la observada en los niños no infectados en una cohorte de 16 pacientes (≤13 años) que presentaban náuseas y molestias abdominales. Sin embargo, este estudio se realizó en un tamaño de muestra relativamente pequeño, lo que requiere estudios adicionales para definir el impacto de la terapia de erradicación en la composición microbiana intestinal en los niños. Se desconoce el tipo, la dosis y el tiempo de administración adecuado ya que los estudios publicados utilizaron diferentes cepas y concentraciones de probióticos[26].
Dosis de fármacos.
Deben realizarse más estudios para ver que probiótico y que dosificación ayudarían a la mejora de la eficacia antibiótica y la prevención de la reinfección. Con ello promoveremos la efectividad del tratamiento de primera línea de H.pylori para reducir la dosis de antibióticos y la aparición de efectos secundarios durante el mismo, logrando así el máximo efecto mortal en este patógeno[29].
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